domingo, 20 de octubre de 2013


Un cuento entrañable con fábula

Todo este tiempo sin decidirme a incluir nada más en este blog, pero he recordado un cuento que escribí y cuya idea surgió tras una lectura que formaba parte de una actividad organizada en Valdefierro, por la UPZ, en la pasada primavera. En esa actividad teníamos que leer un relato del que fuésemos autores o algún texto de un libro que nos hubiera gustado. Una participante no encontraba el cuento que iba a leer en su libro y de esta anécdota comentó Amparo, profesora de la UPZ, que sería interesante crear una historia. Y el resultado es mi relato titulado "La huida del Cuento":





-Tengo miedo, algo les está pasando a mis amigos-, y llora con amargura.
Su mamá la abraza.
-Cariño, no llores, ha sido una pesadilla, nada les ha pasado a tus amigos, están durmiendo en sus casas al igual que tú.
Lucía se acuesta y la envuelve en sus brazos, coloca su cara junto a la de su hija y la inunda de besos. Quedamente se acompasan sus respiraciones y se duermen.
Mario, el papá, las observa y sonríe a pesar de que un velo de tristeza cubre sus ojos. Casi ha llorado al escuchar los gritos de su hija, impotente al no poder arrancarle ese miedo que le hace sufrir. Mi pequeña, cómo va creciendo, pronto habrá abandonado la infancia. ¡Qué bonita es! Se parece a Lucía, tendrá su misma belleza natural. ¿Será tan feliz como somos nosotros? ¡Ojalá!
Desayunan los tres juntos, como todos los días. Los padres van a su trabajo después de haber dejado a la niña en el colegio, la recogerán por la tarde.
Sus trabajos respectivos les impiden ir a recogerla juntos a la salida del colegio, y regresar a casa. Pero siempre encuentran momentos en su agitada vida para compartirlos con su hija.
 Tienen pensado darle un hermanito, pero no ven el momento, están demasiado ocupados.
Mientras tanto, Amparo, se ha acostumbrado a jugar sola. Tiene muchos juguetes electrónicos y muñecos, también casitas y vestidos para sus muñecos.
Inunda el salón de la casa con todas sus cosas, distribuye a los muñecos por el sofá, previamente, los ha vestido de médicos y enfermeras, es el momento de la consulta en la clínica. O de cocineros, y están en un restaurante preparando comidas. Y escenifica un bosque, con monstruos, duendes, animales y junto a sus amigos, extraídos de los cuentos que sus papás le leen cada noche antes de dormir, luchan para destruir a los monstruos, controlar a los duendes para que no les asusten y hacerse amigos de los animales. Sus papás le han enseñado a ser respetuosa con la naturaleza.
Lucía toma el libro y lo abre en el cuento favorito de Amparo, titulado "jugando con mis amigos en el bosque". Con su dulce voz narra las aventuras de los niños que luego Amparo escenificará en el salón de la casa. La niña le hace preguntas a su mamá que responde con cariño. En este nocturno ritual se va quedando dormida, tranquila.
-Espero que conforme vaya creciendo, desaparezcan estos terrores nocturnos que la inquietan-. No soporta, al igual que Mario, que su hija sufra, aun sabiendo que la vida le irá deparando alegrías y tristezas y que esos sentimientos forman parte de su desarrollo personal.
El tiempo pasa y Amparo ha aprendido a leer. Ya tiene seis años, se considera mayor. Hace tiempo que no llora por las noches y duerme más tranquila. Se entretiene sola leyendo sus cuentos favoritos antes de dormir. Cuando cae en un sueño profundo, los papás le quitan el libro de las manos y le dan un beso deseándole felices sueños y pidiendo a esa fuerza espiritual que nos acompaña cuando la necesitamos, que la proteja de lo intempestivo de la vida.
Esa noche se despierta inquieta y sobresaltada. No quiere llamar a sus padres, sabe que se preocuparían y, además, ahora ya es mayor y las niñas grandes no gritan y menos aún, lloran. Por fin, retoma el sueño, nerviosa.
Al día siguiente una duda le asalta, coge su libro y busca el “cuento de sus amigos del bosque” y no lo encuentra. Revisa las páginas una por una, llega al final del libro pero no está. Corre hacia sus padres llorando desconsoladamente quienes repiten la operación, pero tampoco lo hallan.
-No te preocupes, cariño, hay veces que los cuentos se van de los libros, los abandonan, buscando otros niños de su edad y otras aventuras que compartir. Tus amigos no crecen, siempre tienen la misma edad, y comprenden que pronto los abandonarás, los veras pequeños. No llores, tendrás más amiguitos de tu edad que se irán marchando lo que te producirá tristeza, pero otros vendrán trayendo nuevas alegrías, forma parte del tu ciclo vital-, dice Mario abrazándola y besándole en la cabecita.
Amparo estuvo triste unos días y con el tiempo recobró la alegría y siguió jugando en la escuela, con los niños y niñas que había ido conociendo en el curso.
Esa noche se despertó inquieta, hacía mucho que no tenía esa sensación. Fuera de la cama hacía frío. Siguiendo los consejos de mamá se puso la bata y se calzó las zapatillas. Se dirigió a la estantería de los libros y poniéndose de puntillas, extrajo el que había sido su libro de cuentos preferido, estaba apartado y semi oculto, no le gustaba mirarlo, sabía que faltaba su cuento y que sus amigos del bosque ya no existían, reavivando este hecho un sentimiento de tristeza.
Lo abrió y una expresión de sorpresa ilumino su rostro. Allí estaban, de nuevo, su cuento y sus amigos y se fijó en una frase al final de la narración que antes no estaba: "huimos pensando que nos abandonarías al crecer; hemos regresado a tu libro porque hemos aprendido que nunca nos olvidarás, sino que siempre ocuparemos un lugar en tu corazón. Sí te pedimos que cuando te acuerdes de nosotros abras este libro, te estaremos esperando".
Con una gran sonrisa que cubría todo su rostro y derramando lágrimas de felicidad despertó a sus padres y les dijo: “han vuelto mis amigos del cuento”.
(Coral González Vázquez)


 

 


 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario