Cuentos en el país de FANTASIA (I)
Todos hemos oído, cientos de veces,
que debemos de conservar al niño que llevamos dentro. Y también que, en Fantasía,
existen personajes que cobran vida cuando deseamos e, incluso, animales que
hablan. En mi viaje a ese mundo, escribí una historia de “canes literatos”, que titulé: “Cuento de perrillos
boconcetes”.
Imagino, que no dudareis de la
existencia de este tipo de canes, en un país en el que los animales piensan y
sienten como humanos. Y en donde la AMISTAD se manifiesta en la más pura
esencia de su palabra, reino del amor incondicional:
Había una vez un
perrillo boconcete, que vivía en un país situado muy al norte. Era muy amigo de
sus amigos y un filósofo entre los canes literatos. Siempre estaba
dispuesto a ayudar, aunque para ello tuviera que cruzar ríos, saltar montañas e
incluso subir en globo. No se amilanaba ante nada, era lo que se dice un
perrillo valiente. Incluso luchaba contra dragones, si con ello contribuía a
que todo el mundo fuera más feliz en el país de la ilusión. Tenía una fantasía
desbordante y estaba convencido, de que era un personaje muy seguro de sí
mismo. Se llamaba Kevin, como el actor de “Bailando
con lobos”. Si…, es que esta historia se mueve a “cuatro patas”.
Y un día conoció a una perrilla bocona llamada
Sandy, muy artista y creativa. Nació una profunda y sincera amistad entre
ellos. Y con el tiempo confiaron tanto el uno en el otro, que empezaron a
compartir conocimientos, experiencias, vivencias e ilusiones. Y tan fuerte fue
el lazo que les unió, que juraron que esa amistad debía salvaguardarse ante
todas las dificultades y sinsabores que la vida les deparase.
Boconceta tenía mucho
carácter, pero era generosa con sus amigos. Pensaba que la amistad era lo más
valioso que todo perrillo humano debe poseer y su mayor riqueza. Y con esas
ideas tenía muchos amigos con los que se identificaba.
Como a ambos les
gustaba la escritura, consiguieron definir su amistad con las palabras “feeling
y empatía”, o lo que es lo mismo llevarse bien y estar de acuerdo en todos los
proyectos que ellos organizasen, sin dudar, en ningún momento, de su afición y
de sus capacidades para sacarlos adelante.
Cada vez que la
perrilla, impulsiva como era, ideaba algo que boconcete suponía era alocado y un
tanto descabellado, éste reaccionaba dando sabios y filosóficos consejos,
recordándole que los proyectos y las
ilusiones comunes, jamás deberían echarse a perder.
Llegó un momento en
que Sandy se cansó del exceso consejero de Kevin “el filósofo”, y cada vez más
a menudo se enfadaba con él, dado que ella se sentía artista y creativa. Los
dos empezaron a tener miedo. Él, de que los proyectos comunes pudieran echarse
a perder, tanta era la ilusión depositada. Ella, de que su amistad se resintiera e
incluso se malograra, al estar todo el “santo día” oyendo filosofadas.
Y amigos, he aquí que
cada vez que la perrilla se iba de vacaciones, Kevin siguiendo en su línea, le
fastidiaba la despedida con sus consejos: cuidado con los aviones, los barcos,
los coches, los perros desaprensivos..., consiguiendo que ella se inundara en dudas y se cabreara.
Y así año tras año,
hasta que decidieron que no podían seguir discutiendo siempre a causa de sus
miedos recíprocos y dejaron de ser amigos.
Pero el tiempo, la
distancia, la separación y la mutua añoranza, acabaron con todas las dudas de
la perrilla. Comprendió que los miedos que sentía el perrillo eran equivalentes
a las ilusiones depositadas en los proyectos emprendidos. Y concluyó que su
naturaleza impulsiva había dado al traste con su amistad. Y boconcete pensó y reconoció,
que se había excedido en sus consejos filosóficos, y que todos los seres
racionales aprenden en base a sus propios errores.
Un bonito día quedaron
en el parque y hablaron acerca de los motivos que provocaron la ruptura de su
amistad. Boconceta le argumentó que, ella, sabía de sus posibilidades, que estaba
madurando y se había convencido que para llegar a ser una buena escritora, el
camino iba a ser arduo. Que controlaría sus impulsos y que no era necesario que
el perrillo insistiera en dejar siempre claro que los proyectos de ilusión eran
lo más valioso para los “canes humanos”, ya no necesitaba tantos consejos, había
aprendido en este tiempo y así le transmitió a su amigo: todos debemos
aceptarnos como somos. Boconcete asintió y se fundieron en un tierno abrazo. Brotaron
flores en el jardín de Fantasía.
Amigos, éste es un
cuento de cariño y amistad. Si encuentran a perrillos como los de esta
historia, luchen por no perderlos, sigan sus pasos. Aprenderán de ellos valores
que en algunas ocasiones los humanos olvidan: respeto, confianza, amor
incondicional. Palabras como gratitud, compartir, apoyo mutuo, y un sin fin de
vocablos que componen lo mejor de la esencia humana.
Para encontrar Amigos
como estos perrillos, hay que ser generoso, abierto, salir cada día con una
sonrisa y pensar que todos los proyectos que tenemos que compartir con todo ese
maravilloso universo que nos rodea, han de ser considerados "obligaciones
con ilusión".
Es muy eficaz poseer
una brújula, pues ya hemos dicho que el país de los boconcetes está situado muy
al norte, o sea que no se desorienten amigos, nunca pierdan su” norte”.
Importante es fijarse en una estrella que les guie en su búsqueda. Y creo que
la estrella situada más al norte es la Estrella Polar. ¿Es así? ¿No? ¿Cuál
será? ¿Andrómeda?
Pienso que no es lo más
importante. Cualquiera de los cuatro puntos cardinales nos puede conducir a los
mundos de la ilusión. Y piensen... La felicidad la hacemos todos nosotros,
mientras experimentamos esos breves momentos que sobreviven de la ilusión.
(Coral
G. Vázquez)
Por supuesto seguiré
escribiendo amigos, mi entorno actual y con el que me siento plenamente
identificada, tiene como arma las letras, como elemento principal la
imaginación y como integrantes a grandes creadores de historias. Y por cierto,
las personas que van rellenando los renglones en blanco del libro de la vida,
no siempre escriben sobre sí mismas, casi siempre es producto de su
imaginación. Y a este cuento me remito. Sandy es mi perrilla y Kevin fue mi
perrillo y ahora está en el cielo de los canes, pero su amor incondicional los
humaniza. Volveré…